África—21.04.2017

22. Como pollo sin cabeza

"Os ha guiado una botella"
“—Nos ha guiado una estrella. —Os ha guiado una botella.”

Cada día de las últimas semanas he contemplado y, a veces, determinado, varias direcciones por las que seguir el viaje, que han ido desde su finalización hasta la vuelta al punto de partida. Varios amigos me han hablado de una crisis a los tres meses de viaje (cumplidos el 17 de abril). Si estas dudas se deben a una “crisis de los tres meses” no lo sé. Lo que sí sé es que la goma del émbolo de la cocina se ha roto y no puedo cocinar. También, una varilla de la tienda se ha partido y la cremallera no cierra del todo, igual que la de la mochila, que se abre. La colchoneta sobre la que duermo pierde aire. No hay recambio para el neumático trasero y el consumo de gasolina ha aumentado una barbaridad repentinamente. Además, paso frío y tengo que atravesar una explanada de hierba mojada apretando el culo cada cierto tiempo. Sé que todo esto no son más que pequeñas molestias, algunas de ellas con fácil solución, pero han venido todas juntas y parecen indicar el desgaste de estos meses de uso intenso.

Me imagino que ese desgaste también me está pasando factura a mí. Con la (leve) enfermedad estoy débil y sin ganas de nada. También, el hecho de haber alcanzado la costa (lo que me permite poner un bonito título al viaje) me invita una vez más a pensar en dejarlo aquí. Y acepto la invitación.

A pocos kilómetros de donde me quedo está uno de los principales puertos de Namibia desde donde podría embarcar la moto. Casualmente he conocido a un gallego que tiene una compañía que podría gestionar el envío de la moto. Deambulando por la zona portuaria veo un local donde ondean las banderas namibia, angoleña y española. Me paro a apuntar el número de teléfono rotulado junto al nombre de la compañía de flete que resulta ser por si finalmente me decido a dejarlo aquí. Mientras tanto, de un Range Rover modelo Paquirrín baja el doble de un personaje del corazón, uno que era peluquero, con bigote, pelo largo por la nuca, camisa entreabierta y colgante de oro. Me mira extrañado. Me dice algo. ¿Hablas español? —le pregunto. Claro, soy gallego. José Luis ha recorrido muchos puertos del mundo durante años, pero ahora está en dique seco, establecido en Walvis Bay con su agencia marítima multiservicios y casado con una Afrikaans. Después de un rato de charla, le pregunto por el envío de la moto. Parece que es posible, sólo hay que encontrar un contenedor compartido con espacio suficiente y que vaya a un puerto que convenga. Sus relaciones pueden ayudar mucho con los temas aduaneros y otras legalidades. Tiene buena pinta. Hablaremos por WhatsApp. A la vez, se presenta una oportunidad laboral muy interesante en España. Parece que, de nuevo, todo se va disponiendo, parece claro que se acabó y que es hora de volver.

Decidido. A condición de que la moto se venga conmigo. Empiezo a pedir presupuestos para enviarla. Como con el visado de Angola, en medio hay varios días festivos y un fin de semana que me obligan a esperar. Un poco recuperado de la cagalera decido aprovechar para cambiar de residencia a un sitio más cálido y hacer algunas excursiones por la costa e incursiones por el desierto. Llega la noticia de que el trabajo es mío si puedo estar a tiempo. La ilusión que me produce esto frente a la fatiga mental que significa continuar con el viaje me reafirma en que volver es lo que tengo que hacer. Aunque me guardo la condición irrenunciable de conseguir enviar la moto.

Conforme voy recibiendo presupuestos y plazos para el envío de la moto aparecen nuevos dilemas. El papeleo lo complica un poco, el precio es elevado, los plazos dificultan poder llegar a tiempo al futuro trabajo, la recogida podría ser un problema. Sin noticias del peluquero, nunca más se supo. “Lo miro y te digo algo” fueron sus últimas palabras. Esto no va bien, por aquí no es. Es todo muy precipitado y me está empezando a estresar. Tengo que pensar bien si es lo que quiero hacer. Por momentos veo claro que el viaje se acabó, al menos eso lo sabemos. Pero no puedo comprometerme a llegar a tiempo al trabajo y no quiero perjudicar a nadie.

Ahora el problema está en la vuelta sin trabajo. El envío es caro, más que la moto en algunos casos. Los más baratos no contemplan todos los gastos de papeleos y destino y podría acabar siendo aún más caro. Hasta ahora no me he preocupado mucho lo el dinero y aunque no he derrochado, tampoco he escatimado. Pero claro, el envío, el vuelo, sin trabajo y con los ahorros alejándose por aire y mar…

Tal vez podría no enviar la moto. Al fin y al cabo ya tengo una y quedarme con esta es por motivos sentimentales, lo que no sé si tiene mucho sentido. Pero, ¿entonces, qué? No la puedo vender legalmente aquí. Ni hablar de abandonarla y tampoco he conocido a nadie que se merezca el regalo.

¡Un momento! Tengo un contacto en Durban para enviarla con precio cerrado por menos que desde aquí. Con la diferencia puedo llegar hasta allí y tener un final más tranquilo. Pero creo que ir a Sudáfrica, de alguna manera, va a ser una continuación de Namibia y el resultado puede ser parecido. Mejor aún: con lo que habría gastado en enviarla puedo volver a Tanzania, pasar por sitios que no conocí o repetir aquellos donde me habría quedado más tiempo. En Tanzania la vendo y con eso pago el avión. Esta idea me gusta, es un poco anti-viaje ir y volver por el mismo camino, pero me produce curiosidad ver qué impresión tendría en una nueva visita. ¡Me gusta esta idea!

Pero, puestos a seguir, hay que volver a pensar en Angola. Después del episodio pre-fronterizo y con lo que me va contando la gente se me ha ido formando la idea de que es un país un tanto hostil, si no peligroso. La comodidad que he ido encontrando conforme bajaba al sur (hay muchas opciones de alojamiento, puedes ir a hacer la compra sin que nadie te aborde en busca de dinero, puedes limitarte a conversaciones de cortesía si quieres) me devuelve una imagen de mí mismo como un iluso y blandengue blanquito. No estoy del todo a gusto con la germánica Namibia pero, a la vez, me ha quitado un poco las ganas de la africana África…

Bucle y noria. Pienso en irme y, al minuto siguiente, en seguir el viaje. Todas las opciones tienen sus peros. Todo me parece mal: problemas del primer mundo.

Menos mal que nada aclara mejor la cabeza que un paseo en moto. Para empezar, me he ido de la costa, que ya llevaba demasiado tiempo allí, empezando a recorrer algunos sitios a los que renuncié buscando el neumático. He disfrutado conduciendo sobre rocas y arena en total soledad y he vuelto hacia el norte, al camping del alien alemán, que es barato y agradable. Por el camino encontré un montón de carbón con el que he estado cocinando estos días y he ido arreglando, más o menos, esas cosas que se habían estropeado. A la moto le regalo una revisión, que ya le hace falta. No he vuelto a pinchar.

Paseo aclaratoria
Paseo aclaratorio
Fogones
Fogones
A Pedro también le gusta el pan
A Pedro también le gusta el pan

He estado cambiando correos con mis tíos Javi y Juan, que me han hecho asesoría mecánica pero, aún más importante, me han animado a seguir adelante. No ellos expresamente, sino el hecho de escribirnos. A casi todos los hermanos de mi madre les gustan las motos y tengo recuerdos que los relacionan. Sito en el R4 nos llevó a Rafa y a mí a Jerez 89, mi primer gran premio, regalo de Juan. Mi Ténéré es blanca y roja porque la de Rafa lo era y de su videoteca, la cinta rotulada Suzuka 88, nos descubrió a los primos Félix, Ignacio y a mí un género cinematográfico que trataba sobre otro tipo de curvas. De la colección de revistas de motos que Javi guardaba en El cuarto del Sabio recuerdo una portada con la foto de dos motos que, muy lejos, levantaban una nube de polvo mientras se dirigían por un valle hacia un ocaso naranja. También había libros en la biblioteca, el Arias-Paz y, entre otros, una enciclopedia en la que me gustaba mirar cómo se explicaban ilustradas las técnicas de conducción, la postura inglesa, diferentes trazadas según el radio de la curva, levantar rueda con moto de trial… Muchos grandes premios vistos juntos. Me gustaban los que eran de madrugada para ir con la bici por la recta desierta a casa de Javi. Igual estaba también el Loqui, o Paco Madrid o el Pique, quien diría cosas divertidas como “Kazuto Pacheco” o “cómete una mierda con pan Bimbo” cuando algún kamikaze japonés se la liase a Herri o a Champi. La Dry Sack y sus asientos heredados, mantenidos y defendidos siempre que se ha podido ir a Jerez y, allí, los filetes empanados de la tía Cruz. Todo eso y mucho más está debajo de esos cuantos correos y detrás de que yo esté aquí ahora, en un punto desde el que puedo elegir entre volver a Zambia o llegar hasta Angola.

No tengo una idea clara de qué hacer pero, al menos, me he librado del jaleo que tenía en la cabeza y vuelvo a estar listo para intentar orientar bien las velas. De momento, empieza a llover y a hacer frío aquí, así que ir subiendo no parece mala idea. Si es que el viento sopla hacia allá, claro.

Frío…
Frío…
… y señales
… y señales

5 comentarios

  1. Mágico lunes que ansiosa espero tus escritos. Después de la tempestad siempre viene la calma. Los inconvenientes atacarlos de uno en uno como se junten en una coctelera... Me alegro de que las velas se orienten y soplen buenos vientos. Muchos besos

  2. Se me ocurren mil comentarios, pero tengo confianza en cómo gestionas las situaciones cuando vienen con viento en contra. El mensaje está claro en el camino ¡Ok... a tope!
    Un fuerte abrazo

  3. Venga hombre ! Que más da si vas al norte o al sur si pasas hambre o te cebas .estas viviendo y de eso se trata. Si vuelves estate tranquilo ni los que conoces seguirán igual ni tu eres ya el mismo. Si el camino te da ostias , ese es el camino. Si el camino te hace pensar , ese es el camino. Si el camino te hace reír, ese es el camino. Si el camino no te habla entonces deja de caminar y vuelve a España.

    Nota: la moto es la moto mientras estás allí luego el recuerdo será más poderoso que el tenerla materialmente en España.

    1. Muchas gracias Fernando, por comentar y por leer. Pasados los días veo más claro mucho de lo que dices, pero en aquel momento... no me aguantaba ni yo!

      Gracias, de verdad


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