Por una cosa y por otra, he acabado en este camino. Sé que no estoy solo porque, de vez en cuando, hay cabras y, si hay cabras, hay masai y, aunque yo no le vea, él a mí sí. De pronto, el camino se ha dividido en muchos caminos más pequeños. Después de unos kilómetros, me doy cuenta de que elegir el más grande esta vez no ha funcionado y de que voy conduciendo de cara al Kilimanjaro (que sigue escondido detrás de las nubes) cuando debería estar a mi espalda.
Esta web utiliza cookies para ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.